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El show NO debe continuar

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“El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizadas por imágenes”. La cita anterior corresponde a Guy Debord, filósofo y escritor francés, en su obra “La sociedad del espectáculo” donde nos plantea una crítica a la sociedad contemporánea mediatizada y fetichista por el performance de las cosas… en otras palabras, por el show y espectáculo.

A pesar de haber escrito esta obra en 1967, parece hoy una crónica anticipada de la realidad que vive Bolivia rumbo a las elecciones de este año. Parece ser que la política ya no se construye sobre ideas, pactos, propuestas y proyectos. Ahora, se presenta, se actúa, se banaliza y se convierte en un show, donde para los políticos no importa tanto hacer un proyecto de país, importa más cuántas visualizaciones tienen en Tiktok, cuantos seguidores tienen en Instagram y Facebook, y cuantos retweets tienen en X.

Las propuestas y programas de gobierno han pasado a un segundo plano (tanto así que hasta la IA parece haber colaborado con algunos candidatos). Muy a nuestro pesar, la crítica y racionalidad han perdido contra la actuación y performatividad del rockstar (el candidato). Ante esto, es muy posible que las elecciones, y en lo profundo, nuestro sistema democrático, haya sido absorbido por la lógica del espectáculo, donde lo que decide tu voto no es realmente una visión de país, sino cómo te sientes como votante frente a la personalidad de tu candidato.

Lo problemático es que el escenario actual parece más una competencia de vanidades que una deliberación nacional sobre el futuro de este país. Los candidatos parecen más cómodos, más reales, entre ataques, eslóganes vacíos y frases virales, que pensando en propuestas (que apenas se mencionan).

Pocos, o realmente nadie espera profundidad. Parece ser que no buscamos ser convencidos con ideas, queremos identificarnos, emocionarnos, entretenernos. Es por ello que la política actual se ha convertido en una especie de reality show. Respecto a este punto, Bernard Manin llama a esto “la democracia de audiencia”, básicamente, en lugar de partidos organizados y debates ideológicos tenemos audiencias pasivas frente a políticos que compiten por la atención de las mismas. El ciudadano es más un espectador, y el político es más un performer. ¿Lo peligroso?, la representación política se mide en likes y titulares, no en políticas públicas, eficientes y reales.

Esta decadencia se refleja en cómo los candidatos, a menos de un mes de las elecciones, no tienen totalmente claro a qué país le hablan, y qué país quieren construir. El debate se concentra en nombres, listas, encuestas y chismes. El debate no se centra en modelos económicos, justicia, transparencia y progreso.

Esta teatralización de la política ocurre en un país roto, profundamente dañado, y débil. Bolivia atraviesa una crisis estructural, institucionalidad frágil, justicia cooptada, polarización social y una economía agonizante. Mientras tanto, los candidatos juegan a intentar ser líderes sin abordar las raíces del problema, sin profundizar en examinar la estructura del país que nos están dejando.

Los partidos políticos, y plataformas se están convirtiendo poco a poco en maquinarias electorales al servicio de intereses concretos y personales. Hay una desconexión profunda entre el poder y las necesidades reales de la gente. Hace falta la vinculación profunda que el funcionario público debería tener con el sentir de la población, y con su capacidad directa de brindar soluciones.

¿Qué pasará al día siguiente de la victoria de x o z candidato? ¿Dónde está la visión a largo plazo? ¿Dónde está el proyecto de país?. Son preguntas que me temo, parecen no importar realmente a quienes quieren gobernarnos. Si nadie parece preocupado por construir un pacto social que permita pensar un nuevo futuro común… auguro que él problema es más sustancial de lo que ya es en sí mismo.

Se necesita recuperar la política como herramienta para transformar la realidad, no para ocupar cargos meramente. Se necesita exigir honestidad, visión y capacidad de escuchar y dialogar. Se necesita exigir que el storytelling no reemplace al proyecto de país. Finalmente, si seguimos votando por personajes que no tienen dirección, no deberíamos sorprendernos si este país también pierde la suya.

Lo cierto es que… mientras la política siga siendo un espectáculo sin libreto, solo habrá improvisación. Y la improvisación no va a reconstruir Bolivia.

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