Published on

Dicen que quieren reconstruir Bolivia

Authors

En “Naciones y Nacionalismo desde 1780”, Eric Hobsbawm señala que, respecto a nación, esta es “la suma total de cosas materiales e inmateriales, pasado, presente y futuro”. Empezar con esta cita no es solamente una casualidad. A raíz del debate presidencial la mayoría de los candidatos repitió con bastante entusiasmo una idea, reconstruir Bolivia, o incluso convocar una nueva Asamblea Constituyente. Estas ideas resonaron como si fueran frases mágicas que solucionan todo el desastre que actualmente vive Bolivia. Tengo que ser aguafiestas en esta ocasión y cuestionar: ¿a qué Bolivia se están refiriendo?, ¿qué Bolivia quieren reconstruir?

Las palabras "reconstrucción" y "refundación" se han vuelto un lugar común del discurso político. Desde 2006 con la nueva Constitución, cada bloque político ha buscado apropiarse del relato fundacional del país. Hoy, casi dos décadas después, parece que estamos nuevamente en un bucle: prometer una nueva Constitución sin ni siquiera diagnosticar las fallas de la actual, sin leer la profundidad del conflicto social que atraviesa Bolivia. Lo terrible de esto es que… no importa cuántas veces nuestros candidatos mencionen el pasado y divaguen intentando pensar en el futuro, mientras no comprendan ese pasado y futuro, poco o nada coadyuvarán a resolver los problemas del país.

Hablar de una nueva Constitución sin entender el alma y las heridas de este país es como intentar construir una casa sin cimientos. En el debate, ninguno de los candidatos que propuso una Asamblea Constituyente explicó para qué la quiere. ¿Para corregir los excesos del pasado? ¿Para adaptar el texto a nuevas realidades globales? ¿Para obtener más poder? ¿O simplemente para mostrar “acción política”?

El error no es plantear una nueva Constituyente, el error es plantearlo como un cúmulo de promesas vacías sin comprensión de a qué país le están hablando.

Bolivia no es una estructura uniforme, no es una estructura homogénea. Es un país profundamente atravesado por fracturas étnicas, territoriales, económicas y simbólicas. El conflicto no es solo entre “oficialismo” y “oposición”. Hay tensiones históricas entre el campo y la ciudad, entre oriente y occidente, entre lo indígena y lo criollo, entre Estado y comunidad. Hay fracturas hasta en lo que entendemos unos y otros sobre lo que es este país, ¿cómo se reconstruye Bolivia sin reconocer esa complejidad?

Claude Lévi-Strauss decía que las sociedades no se entienden únicamente por sus instituciones visibles, sino por los símbolos que las sostienen. Hoy, muchos candidatos hablan de refundar Bolivia sin preguntarse qué símbolos han quedado rotos, qué imaginarios ya no funcionan y cuáles aún nos sostienen. ¿Dónde queda el “vivir bien”? ¿Qué pasó con la plurinacionalidad? ¿Qué hacemos con la pérdida de confianza institucional?

Proponer una nueva Constitución no es solo una cuestión legal, es una operación profundamente cultural. El poder constituyente surge de una voluntad colectiva consciente, no de un slogan que busca votos. No se trata de redactar un nuevo texto, sino de generar un nuevo pacto. Y para eso, hay que escuchar a Bolivia. No a la Bolivia imaginada por los partidos, sino a la Bolivia real, esa que está fragmentada, dolida, contradictoria. El problema, nuevamente, no es que se hable de una nueva Constitución, el problema es que se haga sin visión, sin alma. Se dice “vamos a reconstruir Bolivia” como quien dice “vamos a mejorar el país”, sin explicar ni cómo ni con quiénes.

Una nueva Constitución no es una solución mágica. Si no va acompañada de un proceso deliberativo honesto, profundo y plural, solo serán un puñado de palabras más. Y si la “reconstrucción” de Bolivia no parte del reconocimiento de sus heridas, será solo una fachada. Ningún candidato va a poder “reconstruir Bolivia” si no baja al nivel del tejido social, si no dialoga con el dolor y la esperanza de los ciudadanos, si no reconoce la pluralidad del país. Si no se hace un esfuerzo por escuchar este país, el proyecto será en esencia vacío. Y los vacíos en política no duran: o se llenan con demagogia, o se llenan con autoritarismo. O con ambos.

Finalmente, hay una Bolivia que resiste todos los días, en su gente, en la calle, en su esfuerzo, en su esperanza. Esa Bolivia no necesita que la reconstruyan desde arriba, sino que la escuchen, que la entiendan, que la respeten. Esa Bolivia no aparece en los debates, y jamás aparecerá en la ceguera de los candidatos.

Este país no necesita más propuestas vacías. Necesita ideas. Y sobre todo, necesita honestidad.

Recursos adicionales

"Las opiniones expresadas en este blog son exclusivamente de los autores y no reflejan necesariamente las opiniones ni la posición oficial de la plataforma. Presente Bolivia no se hace responsable de las opiniones, comentarios o contenidos publicados por los autores. Cada autor es responsable de su propio contenido y de las consecuencias de su publicación."