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DEL PONCHO AL SACO
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- Mateo Revollo
Las elecciones del 17 de agosto de este año marcaran el cambio de una era que empezó el año 2006 con la posesión de Evo Morales como Presidente del Estado Boliviano. Pero ¿qué significo realmente este periodo para el país?
Bolivia llegaba a las elecciones generales de diciembre del 2005 como un país fragmentado y agotado. Habían pasado ya tres presidentes en un mismo periodo de gobierno, y el siglo XXI se estrenó con dos conflictos sociales que marcaron lo que seria el ultimo gobierno del MNR y el cambio que se avecinaba.
La Guerra del Agua y del Gas no fueron simples manifestaciones populares de colectivos que se hallaban hartos de un modelo que no los tomaba en cuenta y que, según ellos, vulneraba sus mas elementales derechos, sino que fue la metástasis de un sentimiento general que ya no se sentía a gusto con la manera en que se manejaba el país.
Estos síntomas desencadenaron en la crisis política del 2003 al 2005 y culmino con la toma de poder del MAS-IPSP. Junto a este nuevo episodio histórico, se vinieron cambios en la Constitución Política del Estado y en el modelo del país, que no solo significo un cambio en la visión económica estatal, sino que trajo consigo un terremoto social que sacudió todas las esferas del país. Fue la toma de escena de un grupo social que antes no mostraba mucho protagonismo. Fue la entrada del poncho a Palacio Quemado y a los clubes sociales.
La integración de las clases populares y de representantes indígenas en estratos de poder, político y económico, fue uno de los efectos del cambio de modelo en este país. Desde la Asamblea Legislativa, hasta los grupos económicos mas robustos del país, en todos ingresaron grupos de personas que antes no acaparaban esos escenarios. El poncho y la abarca se convirtieron en símbolos y llaves de ingreso al mercado nacional y Ministerios del país. Esa etapa en la que, por ejemplo, pasear por el centro de la ciudad de La Paz se asemejaba a presenciar pasarelas de Almanza y Sillerico, de calzados Oxford y Derby, de nudos de corbata Windsor y Kelvin, ahora pasaba de ese pintoresco escenario al desfile de sombreros de campaña y vestimenta indígena.
Una muestra de ello fueron las declaraciones de tan pintorescos personajes como David Choquehuanca y el que en vida fue Felipe “El Malllku” Quispe. Estos representantes de la ola antes mencionada no se quedaron atrás y expresaron ilustres ideas a través de heraldos políticos.
El primero, por ejemplo, durante una feria piscola en Huatajata el año 2022, tuvo la audacia de sugerir a los alcaldes y demás autoridades del altiplano dejar de usar el saco y ponerse el poncho para dejar de pensar “en sus bolsillos”. El Mallku también quiso tomar el micrófono para regalarnos, una vez más, una exaltada frase para sus camaradas de lucha y dedicada a quienes por el año 2020 tomaron prestado el poder luego de los conflictos sociales del 2019. Indico que aquellos que gobernaron a la cabeza de Jeanine Añez, mientras se ponían “la corbata y el saco y carraspean arrogantemente” se referían a ellos como “indio” “indio y mierdas” “indio ignorante”.
El poncho volvía a tomar protagonismo en la figura de estos dos actores políticos, atacando el antagónico estilo de vestimenta que representaba al otro lado del estrado político.
Pero, como todo en la vida, ese modelo y discurso también se agotó, y poco a poco fue diluyéndose entre los micrófonos, entre las páginas de diarios y entre las cámaras de televisión. El hartazgo que había caracterizado a quienes ayudaron a llevar entre laureles a Evo Morales y su sequito al interior de Palacio Quemado, volvió entre los connacionales que, condimentados con cuentas bancarias vacías, deudas asfixiantes y rosarios en boca para llegar a fin de mes, posicionaron entre los favoritos para ocupar la silla presidencial a personajes que son antónimos absolutos de aquellos portadores de ponchos, abarcas y whipalas.
Jorge Tuto Quiroga, Manfred Reyes Villa, Samuel Doria Medina, Mariana Prado, Jorge Richter e incluso Eduardo del Castillo, son personas que el poncho y chulo lo usaron como disfraz en eventos demagógicos y electorales. Eran puestas en escena que gritaban a los cuatro vientos esa incomodidad innata de portar algo que no te representa. Para ellos, el poncho no significa identidad, sino campaña.
Queda entonces por ver uno de los desafíos más importantes (si no es el más importante) que tendrán que surcar aquellos que tomarán las oficinas oficinas del Estado.
El 2020 fue una pequeña muestra de aquella confrontación que se viene. Deberá construirse una olla a presión que mezcle el poncho con el saco. No funcionara tratar de volver a aquellas épocas donde los escudos eran sacos y corbatas, Bolivia a cambiado de manera irreparable a un paisaje mas variado entre estas dos visiones sociales.
La pregunta que irremediablemente viene a la cabeza es: ¿Se podrán ocupar espacios políticos entre ponchos y sacos? La respuesta es incierta, al igual que el agua y el aceite, estas dos visiones no han podido mezclarse. La testera del poder se vera inmersa de nuevos debates y peleas.
No obstante, temo que los lúgubres caminos que atravesamos los bolivianos solo podrán ser superados por la unión. Ese abrazo entre los ponchos y los sacos será el tanque de oxigeno por el cual el país va a respirar durante los años que vienen. Hannah Arendt, en su obra La condición humana, razonó que "El poder surge cuando las personas actúan juntas, pero desaparece cuando se dividen."
La ciudadanía en su conjunto deberá dejar de lado esas pantallas mentales y estéticas que por años nos han dividido. Enfocarse en un proyecto de país común será la clave de la nueva etapa que empezará en noviembre de este año.
A pesar de su devaluado valor, no estaría de más que cada uno examine una moneda de boliviano y trate de comprender su más insigne leyenda: “LA UNIÓN ES LA FUERZA”.